Para el mes de febrero en Adictos a la escritura se ha decidido hacer un texto romántico o erótico, aunque quiero aclarar primero que en Colombia no celebramos San Valentin, sino que tenemos en septiembre amor y amistad. Por último quiero agradecer a mi amiga Laura, quien hace videos, por ayudarme en la corrección del texto.
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El amor se presenta de
maneras tan inciertas, en momentos tan inoportunos que solo nos queda
maravillarnos de esa semilla que es capaz de florecer en terreno árido. Llega
sin previo aviso y cambia de maneras insospechadas, rompiendo barreras, creando
vida, y dejando de lado una existencia que era vacía.
Estaba pasando por una
crisis, empecé sintiendo una tristeza enorme; al principio eran cortos periodos
de tiempo y luego parecían aumentar en cuanto a frecuencia y duración. Noté que las conversaciones con mis amigos me
parecían sosas, repetitivas y monótonas, por lo que trataba de evitarlos, no
llamarlos, o dejar de contestar sus mensajes. Sentía una aversión por ellos que
rayaba en una desesperación que me hacía querer huir de todo y de todos. Creo
que esa fue una de las razones por la que dejé mi trabajo.
Pasé unos meses
buscando uno nuevo empleo, asistiendo a entrevistas, pero poco a poco dejé de
intentarlo. En las mañanas no quería levantarme,
y si lo hacía, al cabo de un rato volvía a la cama a dormir, pasaba el día
dormitando con ganas de abandonarme en brazos del sueño en el que era capaz de
soportar mi mente y todas las voces que parecían habitar en mí; me dolía
demasiado el pecho y tenía a todas horas unas inmensas ganas de llorar aunque
no sabía el porqué. En las noches
inexplicablemente no me quería ir a dormir, por
lo que pasaba horas viendo programas de televisión.
Durante algunas semanas esa fue mi rutina.
Odiaba comer, bañarme o
tan si quiera respirar, y la compañía de los demás se me hizo insoportable,
cada palabra que escuchaba de ellos era una recriminación de lo que estaba
pasando ¿No puede una chica joven simplemente dejar de querer vivir? Me sentía
frustrada, enojada, triste y la verdad es que sentía que me hundía cada día
más.
Sentía una tristeza que
parecía convertirse en un perro fiel que me acompañaba a cada hora, cada minuto y segundo, parecía
decirme que era mejor renunciar a la vida, que debía dejarla, y un buen día
opté por arrancar de raíz el dolor, penetrar mi piel con un objeto afilado y
hundirlo, sentir la calidez de la vida corriendo junto a la sangre, quería
sentirme de nuevo viva, con cada nuevo corte sentía que no estaba muerta, pero
no era suficiente.
Dejé de comer y de hablar,
pasaba las horas con la mente llena de
imágenes de mi vida, los recuerdos más tristes, los momentos de mayor
decepción, esos que probablemente había olvidado pero que mi cerebro había
guardado para un momento como este, la felicidad estaba huyendo de mí, se
escapaba en cada exhalación que hacía, se escapaba en la transpiración de mi
piel.
Algunas veces no gritamos pidiendo ayuda pero
eso no quiere decir que no la necesitemos, y a pesar de que fui muriendo de a
poco, mis sueños y mis esperanzas ya no eran suficientes, siempre a mi lado
estuvo él, quien me acompañaba en las sombras, pero yo no lo quería ver, no lo
podía ver.
La primera vez que nos
vimos, me sentía un poco ansiosa porque solo
habíamos hablado por internet, habíamos chateado pero en realidad no sabía cómo
sería en persona, pasábamos horas enteras riéndonos, hablando de temas sin
importancia. Recuerdo que me hacía reír, que
todas las cosas tenían un doble sentido, en ocasiones muy extrañas hablábamos
sobre temas muy personales, en general esas horas se habían vuelto mis
favoritas del día y las esperaba con ansias.
Solíamos ver televisión
y comentarlo en el chat, o leer libros y
compartir nuestras opiniones, se podría decir que nos volvimos
confidentes y sentía por él un gran cariño, me acompañaba en las horas más
solitarias, y cuando no quería dormir se quedaba a mi lado, estaba tan cerca pero
tan lejos, a un click de distancia.
Decidimos citarnos en
un centro comercial, un sábado en la tarde porque a ambos nos quedaba mejor,
iba a ser nuestro primer contacto y me encontraba ansiosa, no sabía que vestir,
pero decidí usar una remera negra con unos vaqueros azules, algo muy casual.
Lo esperaba en frente
de un café, rememoro las personas que pasaban a mi lado, no podía dejar de mirarlos
y pensar que alguno era él, estaba expectante por el encuentro. Cuando lo vi,
me fije en su andar lento pero seguro, su sonrisa y su calidez, nos fundimos en
un abrazo, como si nos conociéramos de años. Un silencio incomodo entre
nosotros nos separaba pero mi amigo de red lo rompió con uno de sus chistes.
Fuimos a comer algo y
para cuando nos fijamos habían pasado más de seis horas hablando y riendo, creo que pudimos seguir
hablando pero era hora de irse, al llegar a casa lo primero que hice fue abrir el
chat y hablar con él, ¿Cómo se puede hablar con alguien por horas sin que se
acabe el tema de conversación? Solo sé que me sentía muy feliz, como nunca
antes por la conexión que habíamos logrado.
Fue él quien me
acompañó en los momentos en que moría en vida, estuvo a mi lado soportando mi
llanto, mi grosería, mis desplantes y mis palabras fuertes, fue él quien estuvo
a mi lado cuando todos se fueron, quien me tomo de la mano y me llevó paso a
paso por la escalera que ascendía desde el fondo que había tocado, sus ojos
negros me iluminaron en el invierno que
parecía ser mi vida, claro que en el momento no me di cuenta.
Ahora que ha pasado un
tiempo, se con certeza que amo sus silencios, sus miradas y el movimiento de
sus manos, no es que tenga algo en especial en como mueve sus manos, simplemente
crea una intimidad y a la vez crea un abismo, así es él. Tan íntimo y a la vez tan lejano, tan
divertido y tan serio.
Él ha estado a mi lado
sin razón alguna, ofreciéndome su apoyo, y en las recaídas sosteniéndome,
saltando a mi lado abismos, su sonrisa es el lucero que corre por el río y que
ilumina el sendero lleno de sombras.
Empecé a tratarme, ahora estoy medicada y con él a mi lado.
Empecé a tratarme, ahora estoy medicada y con él a mi lado.
Relatas muy bien lo hundida que esta la chica, dentro del abismo y rehusando la ayuda. Y como encuentra ese punto de apoyo q la ayuda a no caer. Es muy duro pero muy bien narrado. Besos
ResponderBorrarEs muy duro lo que cuentas, la chica se pierde casi del todo y menos mal que esta la red. Has descrito muy bien a la chica, y todo su entorno y menos mal que al final sale. Me ha gustado. UN abrazo.
ResponderBorrarAdorable la historia y muy esperanzadora, felicitaciones :)
ResponderBorrarSin palabras...
ResponderBorrarRecién entro a tu blog y me encuentro con este corto cuento y me ha gustado mucho. Puedes dar a entender lo duro que es caer en la depresión y que a pesar de eso se puede salir si hay solo una persona que quiere ayudar.
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