Mirábamos al cielo con entusiasmo, sonriendo e imaginando miles de cosas. Lo vi a C. corriendo, no tardó más de dos minutos, había ido por su teléfono móvil al piso de abajo, pero para el momento en que regresó, el arcoíris había desaparecido sin dejar rastro, ni siquiera tuvimos la certeza de lo qué ocurrió realmente.
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